Exposición del señor Director del Cuerpo de Taquígrafos de la H. Cámara, doctor Fulvio F. Ramos
Señor vicepresidente segundo de la Honorable Cámara, diputado Pascual; señora secretaria parlamentaria, señor prosecretario parlamentario, señoras y señores diputados, funcionarios, amigos y colegas taquígrafos, señoras y señores: realmente este es un momento de alegría, no sólo para el Cuerpo de Taquígrafos de la Cámara de Diputados sino para todo el Congreso de la Nación y para todas las instituciones de la República. Celebrar ciento veinte años en una república todavía joven no es algo muy usual en nuestra historia.
Tengamos en cuenta que en 1862 hacía poco que se había sancionado la Constitución de 1853, hacía poco que habían terminado las fratricidas guerras civiles que nos dividieron durante tanto tiempo; ocupaba la presidencia de la Nación Bartolomé Mitre y ya surgió la preocupación de registrar en un diario de sesiones los debates parlamentarios. Obviamente, no había profesionales taquígrafos en abundancia a los cuales recurrir; se nombró a los únicos dos que en ese entonces contaban con las condiciones necesarias: un español -mallorquino-, Eduardo Camaña, y un discípulo suyo, Emilio Inzaurraga, verdaderos prototaquígrafos.
Desde ese año hasta 1869 asumieron la ciclópea tarea de hacerse cargo ellos dos solos de las versiones taquigráficas de las sesiones de ambas Cámaras del Congreso. Realmente, nos admiramos y, quienes conocemos la tarea, los compadecemos.
A partir de 1869 incorporaron a dos discípulos, que fueron en principio nombrados ad honorem y se les asignó renta al año siguiente. El problema que se suscitaba para lograr tener en un tiempo razonable las versiones taquigráficas -fíjense que con cuatro personas para ambas Cámaras se demoraba mucho, y además éstas debían reunirse en días separados- preocupó al mismísimo presidente Sarmiento, y por tal motivo creó la cátedra de Fonografía en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde se comenzaron a formar los primeros taquígrafos que poco a poco fueron incorporados a la tarea parlamentaria.
Es así como, a medida que se fueron incorporando nuevos jóvenes taquígrafos, en 1872 -ya institucionalmente por la ley 523- se creó el Cuerpo de Taquígrafos único del Congreso de la Nación.
El trabajo parlamentario y la incorporación de los nuevos taquígrafos llevó a que en 1878 ya se pudiera contar con un número más o menos suficiente para dividir el cuerpo único en dos. Es así como se sancionó definitivamente el 25 de junio de 1878 -hace hoy justo ciento veinte años- la ley 915, por la que se constituyeron los dos Cuerpos de Taquígrafos: el de la Cámara de Senadores de la Nación y el de la Cámara de Diputados de la Nación, siendo designado director de este último Carlos Ignacio Wiliams, quien lo rigió durante veintiséis años.
Con el transcurso del tiempo hubo varios directores destacados. No los voy a mencionar a todos; sí por supuesto a Gabriel Larralde, que fue uno de los taquígrafos que integró aquel primer cuerpo en 1878 y creador del sistema estenográfico que lleva su nombre, que utilizamos muchos -o casi todos- los que estamos aquí presentes.
El doctor Luis Podestá Costa -quienes son abogados lo habrán de conocer muy bien por sus tratados-, eminente jurista, tratadista de derecho internacional público y canciller, también ocupó la Dirección del Cuerpo de Taquígrafos de la Cámara.
Quiero hacer una mención especial de un director que se desempeñó como taquígrafo -culminando su carrera como director- durante cincuenta años -entre 1912 y 1962-, y que goza de un afecto muy especial no sólo de mi parte sino de muchos de los que están aquí presentes, tanto en actividad como retirados que hoy nos acompañan. Me refiero a don Francisco Bertorino, verdadero maestro que formó una gran cantidad de discípulos, muchos de los cuales estamos aquí, y que dedicó su vida a la taquigrafía, a la enseñanza y a la función parlamentaria. Vaya para él este muy emocionado recuerdo, que estoy seguro es compartido por quienes hoy nos acompañan. Bertorino había sido a su vez discípulo del mismísimo Gabriel Larralde.
Con el transcurso de los años la labor del Cuerpo de Taquígrafos se ha ido perfeccionando y adaptando a las cambiantes necesidades de la labor parlamentaria.
Es así como llegamos al momento actual, en que tenemos un cuerpo bastante numeroso; pero es numeroso en función del intenso trabajo a que es sometido porque -como todos saben- no sólo debemos atender las sesiones del plenario de la Honorable Cámara sino también las de las comisiones, cuyo trabajo en estos momentos es más intenso que el que se lleva a cabo en el mismo recinto.
Los requerimientos de comisiones para obtener registro taquigráfico son numerosos y constantes. Debimos ampliar el cuerpo para poder atenderlos y lamentablemente nuestra capacidad operativa no permite atender siempre a todos; debiéramos ampliarlo todavía un poco más.
Como es sabido, los integrantes del Cuerpo de Taquígrafos tienen una característica especial, compartida en la Cámara de Diputados con la Dirección de Información Parlamentaria, que es el hecho de ser designados -esto desde 1904- por concurso público de oposición muy estricto y riguroso.
Esta es una característica distintiva que ha permitido hacer una selección de calidad lo mejor posible. Además, la capacitación del personal no se limita al momento del concurso sino que quienes son designados deben pasar durante un periodo más o menos prolongado por una exigente etapa de perfeccionamiento hasta que estén en condiciones de cumplir acabadamente con su función. Esto ha creado como una especie de tradición y de escuela en el Cuerpo de Taquígrafos que, en la medida de lo posible, aquellos que somos más antiguos tratamos de mantener y continuar.
Por lo demás, debe también destacarse que, tanto los requisitos de ingreso como la organización, funcionamiento, forma de trabajo y sistemas utilizados, son similares en la mayoría de los Parlamentos de los países más importantes del mundo.
Esta característica ha llevado también a que durante estos ciento veinte años de labor los Cuerpos de Taquígrafos hayan estado siempre al margen de toda influencia política y con absoluta prescindencia política. Somos profesionales y técnicos al servicio de la Cámara de Diputados de la Nación, y afortunadamente jamás hemos tenido problemas con ninguna autoridad política, sea del signo que fuere.
Como es sabido, los sistemas estenográficos son varios. La mayoría de los que estamos aquí utiliza -como dije- el sistema Larralde. Debido a las cambiantes necesidades de los tiempos, en los últimos concursos -tanto en la Cámara de Diputados como en la del Senado y en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires- se han incorporado jóvenes taquígrafos que utilizan el moderno sistema de la estenotipia, tanto manual como electrónica. Esta última permite obtener la versión simultáneamente con el registro taquigráfico. Obviamente, estamos abiertos siempre a todos estos cambios que se van produciendo.
A través de todo un sistema de informatización que se ha instalado en nuestra Dirección hemos logrado la conexión con Internet, de modo tal que el Diario de Sesiones va a estar a disposición de todos aquellos conectados a la red en un plazo relativamente breve después de la finalización de las sesiones.
No quiero dejar de mencionar algunas características especiales de nuestro trabajo porque muchas veces no es bien comprendido. Se piensa que los taquígrafos parlamentarios somos meros registradores mecánicos y literales de lo que se habla, y no es así. Obviamente, el registro taquigráfico es el punto de partida. Siempre recuerdo al querido Bertorino que nos decía a sus discípulos que detrás de un taquígrafo debe haber una cabeza que piensa. Se trata de profesionales con la capacidad y la experiencia necesarias para adaptar el lenguaje oral al lenguaje escrito, depurado de las imperfecciones propias de toda exposición improvisada. El taquígrafo debe captar la idea que quiso exponer el orador y reflejarla -mediante la introducción de las indispensables correcciones que no alteren el sentido y respeten el estilo del orador- en un texto que debe aparecer claro para quien lo lee. Quien está escuchando puede entender la exposición, pero aquel que lo va a leer sin haber escuchado debe tener frente a sí una exposición clara. Esto requiere de toda una serie de adaptaciones de redacción y de sintaxis y un nivel cultural y de información lo suficientemente amplio para desempeñarse correctamente. Esto forma parte muy especialísima del perfeccionamiento al que son sometidos los taquígrafos una vez que ingresan al Cuerpo.
No sabemos hasta dónde van a llegar los avances tecnológicos modernos, pero esta tarea de adaptar el lenguaje oral al escrito no puede ser suplida por registros mecánicos o videosónicos, así como tampoco puede ser suplida la función esencial del taquígrafo, que es un oficial público que garantiza con su presencia la autenticidad de lo registrado en un documento público de la importancia institucional del Diario de Sesiones. Cualquiera fuera el sistema de registro, lo que interesa es la fe pública que da aquel que ha sido designado por concurso por las autoridades de la Cámara de Diputados para asumir ese compromiso y esa función.
Termino diciendo que nuestra labor silenciosa trata de ser -como se dice habitualmente- de bajo perfil. El taquígrafo parlamentario siempre debe pasar desapercibido. Su aporte se ciñe al cumplimiento de su deber profesional, y tiene el valor de constituir un instrumento para el conocimiento de la historia política e institucional del país, porque todo aquello que ha sido motivo de debate en las Cámaras del Congreso queda registrado para la historia.
Concluyo agradeciendo a Dios por habernos permitido celebrar este más que centenario aniversario. (Aplausos.)